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MIEDO EN LAS AULAS (Manuel Parra Celaya)

MIEDO EN LAS AULAS (Manuel Parra Celaya) El caso de Jokin, el adolescente de 14 años que se suicidó el 21 de septiembre en Hondarribia, tiene preocupados, y con razón, a padres, profesores y autoridades académicas. El “acoso escolar” ha traspasado los límites tradicionales, aquéllos por los que se aplicaba un mote a un alumno o que daba lugar a la pelea a la hora del patio.

Al parecer, en nuestros Colegios e Instituciones menudean las mafias, que imponer por doquier su voluntad y su mala uva; basta con ser “diferente” (a veces no llevar la ropa de “marca” o la que impone la moda de la “tribu” urbana correspondiente), con estudiar (la desafortunada LOGSE resucitada igualó por abajo, y es peligroso destacar) o con significarse con simpatía a un club de fútbol que no es el de la mayoría; en ocasiones, la ojeriza y las represalias mafiosas pueden se ocasionadas –en las “autonomías-pata negra”- por lucir una bandera española en la cartera.

La táctica de los Equipos directivos y de mucha parte del profesorado ha sido, cómo no, la del “lassiez faire”; ojos que no ven, papeleo (y represalias) que te evitas. No hace falta decir que la falta de autoridad que suele darse en la familia y, de hecho, en todos los ámbitos de la sociedad, también figura entre las características de la escuela, donde un profesor puede llegar a sentirse intimidado por las mencionadas mafias de los alumnos o por un padre o una madre airados.

Esta carencia de autoridad, unida al miedo consiguiente de los más débiles (alumnos con “signos diferenciales”, profesores timoratos, equipos directivos pasotas y permisivos) ha dado lugar a una iniciativa sindical, no por insólita desaprovechable: el teléfono del alumno amenazado. En efecto, para que los compañeros de aula mafiosos no adviertan que un alumno “acosado” acude a su tutor, al director o al Consejo Escolar, y puedan tomar represalias, el sindicato en cuestión facilita un número al que se puede llamar durante todo el día. El alumno explica su caso, se toma nota y se pasa el aviso al Centro correspondiente, por si el equipo directivo accede a “mojarse” y a actuar contra la mafia escolar.

No cabe hablar de crisis en la Enseñanza: Escuela y Sociedad están íntimamente relacionadas, hasta el punto de que, para bien y para mal, una depende de la otra. Una sociedad cobarde provoca una escuela atemorizada y, a su vez, unas aulas donde impere la ley del más fuerte y la ausencia de norma y autoridad generan nuevas generaciones de españolitos que renuncian, no sólo a la legítima defensa, sino a hacer valer sus más elementales derechos, como el de tener su propia personalidad, como el de poder acceder a una educación. La crisis de nuestra sociedad ha dejado de ser puramente histórica y se ha adentrado en los caminos de la psiquiatría.

Nuestros hijos -y nosotros mismos- están sometidos a una permanente espada de Damocles de un peligroso morbo social. De momento, no se vislumbran caminos que lleven a una acción terapéutica efectiva. Nadie ha dicho aún que “Jokin somos todos”.

Manuel Parra Celaya es Profesor de Enseñanza Secundaria

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