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SUPERZETAPÉ, EL DESMITIFICADOR INCORRUPTO (Miguel Ángel Loma)

SUPERZETAPÉ, EL DESMITIFICADOR INCORRUPTO (Miguel Ángel Loma) Superzetapé, el desmitificador incorrupto
El conocido talante simpaticón del nuevo presidente de Gobierno ha cautivado sin duda al escritor Juan José Millás, si atendemos al tono general de un reciente reportaje («Descubriendo a Zapatero») publicado en El País Semanal, reportaje muy recomendable por lo ilustrativo, y al que sólo le faltó contener uno de esos encendidos comentarios, que tanto gustan a algunas periodistas progresistas, sobre los luminosos ojitos de don José Luis Rodríguez. El efecto de la seducción zapateril se manifestaba en su grado de mayor culminación en el modo en que relataba Millás el insólito descubrimiento del presidente echando humo por sus morritos, pero eso sí, a escondidas, que eso de fumar ya se sabe que constituye un grave pecado de lesa modernidad, y por eso Millás exculpaba rápidamente a ZP diciendo que fuma «como un adolescente inexperto..., pues da la impresión de que ni se traga el humo». Sin comentarios.
Pero lo más preocupante del reportaje es la confesión que hace Zapatero respecto a la fe que a sí mismo se profesa en su inquebrantable integridad: «Ahora ya sé que (el poder) no me cambiará... Porque he desmitificado el poder. Tengo la ventaja de que no siento admiración alguna por los aspectos más externos del poder». Esta declaración, aparte de suscitar las más variadas opiniones sobre la personalidad de quien la emite y sobre su capacidad de desmitificación del poder, o sobre la sutil distinción entre sus aspectos internos y externos, no deja de contener también cierta dosis de sarcasmo, ya que, si mal no recuerdo, el actual presidente ocupa escaño en el Congreso desde hace muchos muchos años, y no lleva una vida precisamente ajena a los múltiples privilegios, prebendas y regalías que acompañan a quienes disfrutan del poder; como sucede en el caso de los parlamentarios, pertenezcan o no al partido que gobierne. Aunque el reportaje contiene otras consideraciones dignas de mención, quizás lo más memorable sea la confidencia que Gertrudis, fiel secretaria de Zapatero, confiesa a un cada vez más rendido Millás, y que éste remarca como si se tratase de la mejor garantía de la honradez zapateril: «No entenderás a Zapatero hasta que te convenzas de que se cree todo lo que dice».
No seré yo quien dude de que Zapatero se crea todo lo que dice, pero sí dudo, y mucho, de que tal creencia constituya de por sí una virtud en un gobernante que, además, se considera incorruptible. En la historia no han sido pocos los poderosos (y ZP ahora mismo lo es) que creyéndose que desfacían entuertos (siempre por el bien de la humanidad, claro) han embarcado a medio mundo en terribles aventuras. Y, por supuesto, siempre obraban creyéndose cuasi espíritus puros, ajenos a toda corrupción, faltaría más. En cualquier caso, y por aquello de que cada uno es esclavo de sus palabras, ahí queda la pomposa declaración de nuestro crédulo y desmitificador presidente sobre su inmutabilidad ante el poder, para recordárselo cuando proceda, aunque me temo que entonces será cuando Superzetapé nos explique la diferencia sobre los aspectos externos e internos del poder.

Miguel Ángel Loma es abogado

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