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LOS OLVIDADOS (Miguel Ángel Loma)

LOS OLVIDADOS (Miguel Ángel Loma) Juan y María fueron protagonistas involuntarios durante dos minutos en las noticias de una tarde ya demasiado lejana. Hoy nadie les recuerda, pero desde entonces ya no saben lo que es vivir sin el asalto de una imagen terrible que sigue reabriendo cada día una vieja herida en sus corazones. Algunas veces, cuando se descuidan y no apagan a tiempo la televisión o la radio, oyen hablar de tregua, de negociaciones, de escenarios de diálogo, de gestos humanitarios y desplazamientos de presos a cárceles más cercanas a sus familiares. Pero este no es el caso de Juan y María. Ellos no tienen que hacer largos viajes para ver a su hijo, ni esperar unos minutos para abrazarle, ni andan preocupados por cómo lo encontrarán... Saben que su hijo, lo que quedó de él, está siempre en el mismo sitio: en una fosa del cementerio de su pueblo. Porque Juan y María son padres de un joven asesinado por el terrible pecado de ser Guardia Civil y servir a España en una época en que asesinatos como el suyo, ocupaban dos minutos en los telediarios. Padecen la huella imborrable que supone ver a un hijo con el cuerpo destrozado y el rostro irreconocible, y aunque ya ha pasado mucho tiempo, son también muchos los días que se acuestan entre lágrimas de rabia e impotencia. Ni tienen tregua en su dolor, ni han recibido el mínimo gesto humanitario de los asesinos... Sólo recibieron miradas escupiendo odio desde la calle, un ataúd y una bandera, tras un funeral celebrado a escondidas en una fría iglesia medio vacía. Como Juan y María son gente sencilla que no saben de escenarios de diálogo, ni de graves cuestiones de Estado, su opinión no cuenta. Ellos no entienden de esas cosas. Sólo entienden de dolor, de noches en vela y de combatir recuerdos prohibidos. Como su hijo no era un político, ni un personaje importante, no gozan del consuelo de los aniversarios donde las autoridades de su ciudad se reúnen para homenajearle y recordarnos que murió por defendernos. Si algo saben, y demasiado bien, es que ni siquiera la muerte hace iguales a los hombres.
Miguel Ángel Loma es abogado

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