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LA PAJA Y LA VIGA (Miguel Ángel Loma)

LA PAJA Y LA VIGA (Miguel Ángel Loma) En una Tercera de ABC titulada «La cárcel invisible», denunciaba muy acertadamente el historiador Fernando García de Cortázar la contemporánea tiranía de los modernos gurús, siempre dispuestos a «excomulgar» a quienes se desvíen del férreo corsé intelectual que hoy nos atenaza a través de esa invisible policía del pensamiento que, desde el poder y los medios de comunicación, señalan como objetivo a batir a todo aquel que se salga del rebaño políticamente correcto. Para mostrarnos el alcance de las descalificaciones a las que puede ser sometido un «heterodoxo» actual, García de Cortázar utilizaba reiteradamente a lo largo de su artículo unas referencias peyorativas al falangismo y a José Antonio Primo de Rivera, un tipo de referencias muy habituales en los escritos de este historiador sacerdote a quien parece dolerle sobremanera que los falangistas de la primera hora, muchos casi unos niños (hoy serían menores de edad), saltaran a la primera línea de fuego para sacrificar sus vidas en defensa de España y de la civilización cristiana. Este hecho histórico, difícilmente refutable pero que interesadamente «conviene» olvidar, mueve a García de Cortázar a demonizar sistemáticamente a los azules, pero con ello no hace otra cosa que repetir la misma conducta que él denunciaba respecto a otros. Es obvio que la viga en nuestro ojo nunca nos impide ver la paja (a veces otra viga de similar tamaño que la nuestra) en el ojo del prójimo. Las descalificaciones por parte de influyentes sectores de la intelectualidad eclesiástica española hacia todo lo relacionado con las fuerzas que enarbolaron las banderas del 18 de julio del 36, pretendiendo modificar el pasado y hacernos creer que en la España de Franco la jerarquía eclesiástica estaba poco menos que amordazada, es algo tan injusto como impropio de quien debiera actuar obligado por el respeto a la verdad. Pero por mucho que intenten convencernos, el resultado de la apuesta de buena parte de una clerecía filoprogre por aquellos prometedores «chicos del cambio», con Felipe González a la cabeza (becado en sus estudios de Lovaina por la Iglesia sevillana) a la vista lo tenemos: una sociedad en progresivo proceso de descristianización y que aceleradamente se descompone en sus fundamentos y convicciones más firmes. Ahora, que todos todo son alertas, quejas y lamentos, incluso por parte de muchos de aquellos clérigos «conciliadores», habría que recordarles que los actuales lodos, que tanto les alarman, fueron engendrados por aquellos polvos de fraternal colaboración con los «compañeros» de viaje socialistas, comunistas y nacionalistas. Hoy conviene olvidarse de aquellos chicos del 36 un tanto levantiscos e indómitos que, aun siendo católicos, nunca se plegaron a que la política nacional les viniera determinada desde el interior de las sacristías. Lo que hoy toca es estar con las nuevas generaciones del humanismo occidental y olvidarnos definitivamente de aquellos «demonios» malolientes de pólvora y trinchera que sin saber apenas de política simplemente se limitaron a dar su sangre por Dios y por España. Olvidémosles..., y si se tercia, no ahorremos un esputo sobre su memoria. Hay que estar con la modernidad y el progreso. Hay que estar con quienes multiplican durante su gobierno el número de abortos, pero no discuten la financiación a la Iglesia ni los dineros para restaurar unos templos cada vez más vacíos.


Miguel Ángel Loma es abogado

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