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NI CON UNOS NI CON OTROS (Adolfo Moncada)

NI CON UNOS NI CON OTROS (Adolfo Moncada) NI CON UNOS NI CON OTROS

Una de las muchas razones por la que un proyecto tan atractivo como el falangismo, que auna inquietudes de carácter patriótico y social compartidas por millones de españoles, no ha conseguido adaptarse al mapa político posterior a la muerte de Franco, es su indiscutible vinculación histórica con ciertos movimientos políticos de la Europa de Entreguerras que, derrotados en 1945, se convirtieron en las grandes herejías del imaginario colectivo de nuestra época.
Esta circunstancia, ha sido mal asimilada en el seno de las propias huestes azules, entre las que han abundado (y abundan) especialmente dos formas contrapuestas entre sí, y a la vez erróneas de enfrentarse con el propio pasado.
De un lado, se encuentran aquellos falangistas, mayoritarios entre las corrientes del falangismo más refractario a la valoración positiva de la figura de Franco (los autodenominados auténticos e independientes), que han volcado tradicionalmente todo su esfuerzo en negar la evidencia histórica. Que José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma Ramos emprenden su trágica y breve carrera política, al objeto de importar a España el espíritu propio de los movimientos políticos que por aquellas fechas triunfaban en Italia y Alemania. Que, igualmente, existieron durante la etapa fundacional y, posteriormente, hasta la derrota de 1945, intensos contactos y cordiales relaciones entre la Falange y dichos movimientos, sellados con la sangre comúnmente derramada en los campos de España y Rusia, en la lucha contra el comunismo.
La ingenuidad de este planteamiento, bienintencionado en principio, porque trata de desmarcar al movimiento español de todo mimetismo extranjero, se pone de manifiesto siempre ante el peso indiscutible de la realidad de los acontecimientos del propio pasado.
Por el contrario, y con frecuencia en los ambientes francofalangistas, existen personajes (minoritarios en esos mismos ambientes, todo hay que decirlo) que van más allá de la constatación de la verdad histórica del propio pasado, y soslayan el hecho ideológico, tan indiscutible como el histórico, de que, si bien la Falange mantuvo una estrecha relación histórica con los movimientos italiano y alemán, en el plano ideológico apuntó en muchos temas unas ideas muy diferentes a las de aquellos, que le confieren una personalidad propia y absolutamente diferenciada de sus coetáneos extranjeros. Ese soslayo, en este caso, ni es bienintencionado ni ingenuo, y esconde el propósito poco leal de ciertas personas, de aprovechar el paraguas falangista para hacer proselitismo del ideario, legalmente proscrito, del movimiento político alemán, que es el que verdaderamente enciende los corazones y mentes de estos supuestos falangistas, que en una incomprensible actitud de soberbia, se atreven a acusar de traición a aquellos otros que no comparten sus planteamientos.
Ante unas posturas y otras, y muy especialmente contra la de los pardos teñidos de azul, los falangistas deben estar en guardia. Tanto desde la asunción sin complejos del propio pasado, como de la defensa inequívoca de la propia autonomía ideológica frente a ideologías ajenas.
Solo así, podrá superarse uno de los muchos obstáculos que impiden a la Falange cristalizar en un movimiento coherente y organizado.
Adolfo Moncada es sindicalista y colaborador en varias publicaciones culturales.

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