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¿PARA QUÉ SIRVE LA MONARQUÍA? (Javier Compás)

¿PARA QUÉ SIRVE LA MONARQUÍA? (Javier Compás) ¿PARA QUÉ SIRVE LA MONARQUÍA?

El honor del antiguo caballero propugnaba la idea del acatamiento al rey, sea este un tirano, un incapaz o, simplemente, un memo sin carisma alguno; pero su posición como monarca de una nación se suponía emanada directamente de la voluntad divina y, por tanto, el servicio al rey estaba por encima de la valoración que del monarca de turno se tuviese. Esto, que tan claramente se expone en el Cantar de Mío Cid, choca con el mundo de hoy, donde ya no es que se ponga en duda está designación divina de la corona, sino que está permanentemente en tela de juicio la existencia del mismo Dios de la que emana.

En la llamada “transición” española, obviados esos argumentos de poder por la Gloria de Dios, se ha defendido la posición del monarca como garante de la paz y la armonía entre los mismos españoles. Pero este argumento lleva implícito, una vez supuestamente superados esos elementos traumáticos guerracivilistas, la misma desintegración de la corona, ya que en el momento que se considere mayor de edad el sistema de democracia parlamentaria, la monarquía se queda vacía de contenido, salvo como mero ejercicio de conservación de una tradición peculiar como las uvas de fin de año o como un sistema de relaciones públicas de lujo con otros países.

Llegados a este extremo, la cosa se complica si el supuesto hacedor de esa estabilidad en el periodo postfranquista desaparece y ocupa su lugar el heredero, a éste ya nadie le debe nada, ni la instauración de la democracia, ni ser supuesto salvador de un golpe de estado, ni haber sido ratificado heredero por una Cortes, al fin y al cabo legalmente constituidas.

Sirva todo esto de preámbulo para analizar, al hilo de la boda principesca, qué monarquía tenemos y para qué sirve.

Hemos visto a un rey sonreír delante de una placa con su nombre en catalán, ¿habría alguien osado descubrir una placa en Madrid con el nombre de Jorge Pujol?, un rey que se resiste a certificar con una visita oficial la españolidad de Ceuta y Melilla, un rey que prescinde de la bandera de España en la triste boda del Príncipe de Asturias, un rey que, en su línea de no molestar a la burguesía dominante, margina a los Grandes de España, dónde está la nobleza española. No, la consigna es agradar a todos y que nadie mueva el trono.

Cómicos, cantaores de flamenco, escritores y artistas declaradamente marxistas, sindicalistas republicanos, toreros, tenistas y ciclistas retirados, empresarios más o menos honestos. Todos se dieron cita en un frío recinto de aspecto luterano, acorde con la emotividad de los contrayentes (de la contrayente en particular), lejos de la grandiosidad que, a pesar de todo, requiere la boda de un heredero a la Corona Española. Por cierto vaya contraste con las recientes bodas de los príncipes europeos, para que luego hablen de la fogosidad latina y de la frialdad escandinava, también en eso nos hemos igualado.

Pero en fin, dejemos esos asuntos para la prensa rosa, o sea, el 95% de los espacios televisivos. Todo no es sino una muestra de la entrega, no confundamos con la modernidad y el progreso que nos quieren vender, a un afán de aferrarse al trono. Es comprensible que después de ver a un abuelo exiliado y a un padre que nunca llegó a reinar, un rey haga todos los esfuerzos habidos y por haber, no ya para conservar su posición, sino la aún más dudosa de su heredero, a quién por cierto, y permítaseme esta broma para concluir, en este caso no le alabo el gusto por el producto nacional, yo, ustedes perdonen, hubiese preferido merendarme una magdalena sueca a una magdalena Ortiz.

¿Ha llegado la hora de la IIIª República?, al parecer de muchos políticos y ciudadanos españoles que se fotografían y acuden con la bandera tricolor a actos públicos, parece que sí, otra cuestión es definir cuál es la república que estos persiguen (federalista, socialista, atea, etc.), pero eso ya sería harina de otro costal.

Pero... y los republicanos (o tendríamos que decir los “no monárquicos”), de otras posiciones políticas, nacional sindicalistas, neofascistas, republicanos de derechas, etc. ¿existen?, ¿sufren una ley del silencio por parte de los medios?, ¿son una gran minoría silenciosa esperando caudillos?.

Después de unos años con un partido supuestamente de derechas en el poder, con el silencio cómplice de una Iglesia y unos católicos acomplejados, el aborto campa a sus anchas, la “cultura” subvencionada “se caga en Dios” y nuestro ejercito deambula en un triste ir de acá para allá según sople el viento de la Moncloa, sin más gloria que el sacrificio de sus abnegados soldados. España se desintegra en insolidaridades y separatismos regionales, dónde unos españoles niegan el agua a sus compatriotas, cuando no le dan un tiro en la nuca directamente.

¿Monarquía?, ¿República?, pues que quieren que les diga, de momento me conformaría con una España orgullosa de serlo, en paz y orden, donde nadie se avergonzara de su bandera ni de sentirse español, dónde hubiese justicia social para todos y no faltase el pan a ninguno. ¿Es posible aún?.

Javier Compás es escritor y empresario.

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