Blogia
La Noticia Digital

RAÍCES Y FRUTOS (Manuel Parra Celaya)

RAÍCES Y FRUTOS (Manuel Parra Celaya) RAICES Y FRUTOS

La Constitución europea, como estaba previsto, ha obviado cualquier referencia al Cristianismo a la hora de definir este enésimo intento de configurar el Viejo Continente como algo más que un mosaico de naciones a la greña; nacerá así, una entidad política, con prurito de convertirse en “proyecto sugestivo de vida en común”, como algo falsificado en su reencuentro histórico e intrahistórico. La Gran Secta lo ha ordenado y los Hermanos obedecen como buenos, actuando como “rodillo” inmisericorde.

También la constitución española del 78 silenció cualquier referencia a las raíces cristianas –en nuestro caso y más concretamente, católicas- de España, y procuró que no apareciera el nombre de Dios por ninguna parte, quizás para no molestar precisamente a los Hermanos, que ya estaban convenientemente situados por aquellas calendas. Esa fue una de las serias razones que impulsaron a un servidor a votar “no” y a integrar honorablemente aquel –creo recordar- 2.6% de perdedores; la otra razón fue el dislate jurídico-político y lingüístico de la palabra “nacionalidades”, pero ése es otro tema que aquí no viene al caso…

La cuestión es que ni España ni Europa, en sus respectivas constituciones, asumen su historia, tradición, raíces y elemento básico constituyente. El gran filtro de la masónica Revolución Francesa actúa como deformador; la historia oficial queda, así, enfrentada a la real, pero con conciencia de que sea aquella la que predomine. De ahora en adelante, cualquier escolar europea reconocerá el mundo que le rodea sólo desde Voltaire y sus muchachos, con el añadido de que, anteriormente, sólo existió una especie de prehistoria nebulosa, fanática e indefinible. El único “valor” en el que se basará la “nueva” Europa es, precisamente, la volteriana “tolerancia”, que se me hace a todas luces incapaz de hacer frente –o de tratar, por lo menos, de tú a tú- a otras definiciones más claras, sólidas y consecuentes con la propia historia, que van entrando, a cuentagotas o a chorro, en esta Europa estúpida de los Giscar d’Estaing y demás Hermanos. ¿O es eso lo que se pretende?

Europa es la conjunción de Clasicismo, Romanidad, Cristianismo y Germanismo. A partir de este punto, se pueden admitir todas las influencias que se quieran, como aportaciones menores y aun anecdóticas, y una evolución histórica de la que el Racionalismo y la Guillotina forman simplemente una etapa, asumible, como todas, pero también superable.

Europa sólo podrá hacerse a partir de esa superación, porque los viejos clixés se han mostrado incapaces y nocivos para construir sólidamente comunidades; sólo han servido para aunar los intereses de los privilegios o para edificar utopías enemigas de la libertad, precisamente en nombre de la libertad, al igual que la gran paradoja de la trilogía masónica: nunca los seres humanos han sido más desiguales, nunca menos libres y nunca menos solidarios, ya que no fraternos. La Europa capitalista –neoliberal y socialdemócrata- no llegará nunca a consolidarse como Nación de naciones; y no se lo impedirá el enemigo exterior –hoy, como anteayer, concretado en el Islamismo emergente y quintacolumnista, sino que lo obstaculizarán las propias contradicciones internas del Sistema vigente, que se ha mostrado suficientemente incapaz de hacer “más felices y más prósperos” a los hombres y a los pueblos.


Manuel Parra Celaya es Doctor en Pedagogía y Profesor de Enseñanza Secundaria.

0 comentarios