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JOSÉ ANTONIO, ¡QUÉ INCOMODIDAD! (Falangistas de Cartagena)

JOSÉ ANTONIO, ¡QUÉ INCOMODIDAD! (Falangistas de Cartagena) Desde los primeros momentos de su vida pública José Antonio resultó incómodo, desconcertante y causa de desasosiego para las personas próximas a él pero aún no deslumbradas por él. Ya en la ardorosa defensa de su padre el Dictador y una vez exiliado y muerto en París, José Antonio comprueba la tibieza de los otrora entusiastas de la Unión Patriótica paterna. Y los fugaces tres años de actividad política ya plenamente falangista producen una constante desazón entre las derechas ( teórico marco vital en el que se desenvuelve), que no saben si amarle u odiarle; y también entre aquellas izquierdas incendiarias que veían en aquel señorito “fascista” un verdadero competidor que reclamaba para el pueblo más justicia que el odio que ellos profesaban, más igualdad que la de la miseria común y más libertad que la de quemar iglesias.
Vilmente asesinado entre esperpéntica legalidad (¡recuperemos la Historia!), su “presencia” perdura durante la Guerra Civil produciendo una enorme incomodidad entre los mandos militares que le vieron como el más seguido general, que aglutinaba lo mejor de aquellas dos españas fratricidas. Como él era intangible...condenaron a muerte a su sucesor, al segundo Jefe Nacional, a Hedilla.
Durante los cuarenta años siguientes José Antonio fue también incómodo para el régimen de Franco porque la colaboración en la necesaria victoria en la contienda no apagaron las exigencias de justicia social ni de esperanza solidaria tanto entre los falangistas que habían contribuido -¡y de qué manera!- en el esfuerzo bélico, como aquellos otros que parodiando a Ortega decían ¡ no es esto, no es esto!
Y , tras la Transición, tras la practica desaparición de lo falangista de la verdadera vida política nacional, mientras los grupúsculos falangistas nos debatimos entra la miseria y la inanición, entre la división y la atomización, la figura de José Antonio, aún presente en millones de conciencias, continúa produciendo punzante incomodidad, porque cientos de miles de hombres y mujeres de la oposición y de la “posición” han mamado sus inquietudes en las siempre ilusionantes páginas doctrinales joseantonianas. Porque no están cómodos (están “incómodos”) en una mayoritario partido de derechas que no es “ ni carne ni pescado”, que permite abortar, pero “no demasiado ( “solo” unos 50.000 fetos destruidos al año), que transige con unas autonomías que consagran la desigualdad entre los españoles y que fomenta un sistema ultracapitalista que enriquece a los ya ricos y empobrece a los ya pobres. Y tampoco están cómodos los partidos de la izquierda en el poder porque desde su perpetua losa de Cuelgamuros le recrimina la permanencia del odio cainita ante lo espiritual, ante la permanencia de unos pocos valores , ante la unidad entre los hombres y las tierras y las oportunidades y el pan y la justicia...
Y nosotros, los pocos miles que aún nos sentimos iluminados por una doctrina de amor, de honor y de dignidad, por una doctrina que nos acompaña en el peregrinar, también nos sentimos profundamente incómodos cuando nos enfrentamos a otro 20 de noviembre, cuando miramos su retrato, o su austera corona de laurel. Y, sobre todo, cuando los cartageneros –otra vez en la Serreta- a la intemperie- oímos su testamento político y nos sentimos empequeñecidos ante tanta generosidad, ante tanta entrega en un joven de solo treinta y tres años que suplicaba que fuera la suya la última sangre vertida en discordias civiles.
Nuestro deber en esta hora oscura e incierta es “ producir inquietud”, espolear las conciencias para que el objeto de la actividad política y social no sea el “mal menor”, como parece serlo, sino el “bien mayor”, el acercarnos lo más posible a la “ciudad perfecta”, a la armonía entre las tierras y los hombres de España y del mundo
Mientras tanto: ¡Seamos incómodos!
Falangistas de Cartagena. 20 de noviembre de 2.004

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