A LA VERA DEL GAL (Rafael Ibáñez Hernández)
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Pero es que, además, el señor Rodríguez, el Filólogo, ha hecho públicas las felicitaciones que los socialistas recibían de algunos dirigentes del PP tras cada actuación del GAL, asumiendo en sus manifestaciones la relación del PSOE con aquellos crímenes. Y es que al señor Rodríguez, el Filólogo, se le calienta la boca con excesiva frecuencia, acaso porque esas cuidadas barbas cuyo aire comparte Rajoy no le permiten ventilar debidamente el hálito. Sea como fuere, más graves aún me parecen sus declaraciones sobre el estado de ánimo de Vera y la que será su última decisión en caso de ingresar definitivamente en prisión. Yo no estoy dispuesto a tirar de la cuerda para que alguien pierda su vida como consecuencia de una injusticia, manifestó con una rotundidad sólo superada por la respuesta que devolvió al periodista cuando éste le inquirió sobre el posible suicidio de su compañero de partido: Sin duda, sin duda, tengo la completa seguridad.
Compadecernos de Vera puede ser la primera reacción impulsiva ante el anuncio de su posible suicidio. El chantaje emocional se hace evidente a poco que nos serenemos, pues da la impresión de que con sus palabras el señor Rodríguez, el Filólogo, quiere hacer partícipe del posible trágico final de Vera al señor Rodríguez, el Talantoso, caso de que no se proceda a concederle el indulto. Con ser eso grave pues significaría el retorcimiento de la ley y el sentido común mediante un indulto obtenido a través del chantaje en lugar de la vía del arrepentimiento y la reposición de los daños, cabe temerse algo aún peor: la amenaza. Después del comportamiento de los dirigentes socialistas en aquellos años del GAL y también los sucesivos, tan propio de la mafia, nada tiene de extraño que esta mención al suicidio de Vera pueda interpretarse como un aviso al navegante. Quizá le convenga a Vera arbitrar un procedimiento para que, en el improbable caso de que la depresión le lleve a aparecer una mañana colgado en su celda, cuanto haya callado en vida salte a la luz pública de forma inmediata. Tal vez alivie de esta forma su pesar y tan grave decisión jamás se materialice.
Y si el suicidio resultara inevitable, si finalmente Vera perdiera la vida, el señor Rodríguez, el Filólogo, se ahorraría el mal trago de contar eso que dice que sabe, aunque no manifiesta por qué lo sabe. ¡Ah! Se me olvidaba que los populares les felicitaban y ellos no rechazaban la congratulación. Algo deberían saber, supongo.
Rafael Ibáñez Hernández es historiador
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