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DISPARIDAD DE PRESTIGIO (Ricardo Adrados)

DISPARIDAD DE PRESTIGIO (Ricardo Adrados) El último fin de semana de septiembre tuvo lugar en una localidad de la provincia de Segovia la tradicional celebración de la Universidad de Verano de la Fundación José Antonio. Convocados bajo el nombre del Fundador de Falange Española, una veintena de destacadas personalidades de los ámbitos editorial, periodístico y de la enseñanza se reunieron para discutir sobre las perspectivas que abre el nuevo siglo para Europa y España.
Uno de los aspectos más llamativos de esta convocatoria, y sobre el que merece la pena hacer una reflexión, es que, de haber sido realizada por alguna de las formaciones políticas que hoy se autodenominan como falangistas, algunos de los participantes, y entre ellos los más prestigiosos, no habrían acudido.
Ello se explica, a nuestro entender, a la disparidad de prestigio existente entre la figura histórica de José Antonio Primo de Rivera y sus herederos políticos. Mientras aquella mantiene aún, a pesar del silencio y la calumnia, una cierta aureola de honorabilidad personal y prestigio intelectual en ámbitos ajenos a la posición política que adoptó en vida, estos se hallan sumidos en el más absoluto de los descréditos.
¿A qué se debe dicho descrédito de los seguidores de una figura por muchos aún respetada? A múltiples factores sin duda, que podrían dar lugar a toda una serie de artículos. En el presente, vamos a aludir simplemente al grandísimo fracaso histórico que supuso su incapacidad para adaptarse al nuevo marco político surgido tras la muerte de Franco.
La incapacidad a la que hemos aludido se plasmó en dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, la ausencia de una fuerza política hegemónica que aglutinara a la mayor parte de los falangistas en dicho momento histórico, lo que propició una extraordinaria y sumamente perjudicial atomización de un espacio político que en 1975 tenía posibilidades potenciales de convertirse al menos, en una potente fuerza extraparlamentaria. En segundo lugar, y lo que es más grave, en la asunción de un discurso político y una imagen pública absolutamente anacrónicas y repudiables por las nuevas generaciones de españoles. Mientras, en el mismo tiempo, socialistas y comunistas se ponían la piel de cordero y renunciaban a toda violencia, paramilitarismo e invocaciones a la guerra civil, los falangistas apostaron, en la mayoría de los casos por ofrecer una imagen digna de una 1936 que los españoles, deseosos de paz, querían enterrar para siempre.
No extrañe pues a nadie, la situación actual. Que a José Antonio Primo de Rivera sólo se le pueda invocar con dignidad desde entidades culturales como la Fundación José Antonio, y que, muy al contrario, su invocación desde cualquiera de las falanges actuales, resulte incluso, y muy a pesar de la indiscutible honradez de la casi totalidad de sus integrantes, contraproducente.
Ricardo Adrados es militar retirado

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