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GOLPE A GOLPE (Miguel Ángel Loma)

GOLPE A GOLPE (Miguel Ángel Loma) Golpe a golpe
Demoledor con las tesis políticamente correctas sobre las causas de la mal denominada «violencia de género», resultaba un reportaje publicado recientemente en ABC bajo el título: «España, décimo país de la UE en asesinatos de mujeres en el hogar y quinto en maltrato», y con el subtítulo: «La violencia doméstica causa estragos en las naciones más avanzadas del Viejo Continente». Según los datos aportados allí resulta que, lo que desde el progresismo oficial nos han venido machaconamente explicando como un efecto del terrible machismo hispano producido por el nacionalcatolicismo, es en realidad un fenómeno criminal extendidísimo en la Unión Europea, y lo que nos está verdaderamente sucediendo es que nos vamos situando a niveles de países tan avanzados y poco sospechosos de influjo nacionalcatolicista como Finlandia, Dinamarca, Reino Unido, Alemania o Suecia, que nos «aventajan» en este tipo de violencia asesina. Analizando el anterior dato, ¿alguien cree que se rectificará el diagnóstico y el tratamiento del problema? No, no es previsible. Por definición del «antidogmatismo» que lo caracteriza, un diagnóstico progresista nunca se rectifica; y si después de mil estudios y mediciones de sesudos sociólogos progresistas subvencionados por el oprobioso Estado español a través de imaginativas oenegés, resulta que el traje a la medida acaba saliendo cortito de mangas, la solución progresista suele ser muy fácil: se amputa un poquito el brazo (recordemos el aborto). Lo que desgraciadamente sí es del todo previsible es que continúen multiplicándose los crímenes en número y sanguinolentas formas de ejecución, extendiéndose incluso, como ha sucedido recientemente, entre jóvenes cuasiadolescentes. Y esto será así por mucho que se apruebe la tan cacareada Ley integral contra la «violencia de género», y por mucho que se aumente el número de fiscales, jueces, psicólogos, psiquiatras, conferencias, mesas redondas, mesas cuadradas y mesas pluriformes. Dará igual que se cree un «observatorio de la violencia» o que se le facilite al personal especializado un periscopio para observar la intimidad de los hogares que se encuentren bajo sospecha. Dará igual que se les cuelgue un collarín avisador, una pulsera con sirena aulladora o un piercing reflectante de las orejas. Incluso dará igual que un intrépido gobierno progresista reformase la Ley de Propiedad Horizontal imponiendo la obligación de adjuntar a cada comunidad de vecinos un policía doméstico experto en «violencia de género». Dará igual todo, porque lo único que con los anteriores instrumentos se podrá atajar es la violencia de los maltratadores habituales (un problema relacionado muy directamente con el abuso del alcohol), pero en nada servirá contra quienes agreden por primera y definitiva vez, con resultado de asesinato y eventual suicidio del asesino, terrorífica práctica que comienza a constituir la «modalidad» más creciente de esta aberrante situación. Aunque es obvio que el problema no se puede despachar con un simple comentario, desde mi modesto criterio la solución está muy relacionada, precisamente, con dos factores que ahora se pretenden eliminar: la enseñanza de la religión en las escuelas y el carácter permanente del vínculo matrimonial. La recuperación de la formación cristiana de las conciencias en el respeto a la dignidad de la persona, de cualquier persona, y la defensa del matrimonio como institución de carácter indisoluble y permanente no sólo servirían para combatir la violencia, sino que serían fundamentales a la hora de superar las situaciones de crisis, tanto por el bien de la pareja como por el de los hijos, a los que cada vez se les ignora más incluso desde los criterios de la política legislativa. Pero no, el mensaje oficial del progresismo insiste e insistirá justo en lo contrario de lo que debiera hacerse, y seguirá poniendo todo su empeño en combatir la religión (y me refiero al catolicismo, al que falsamente se imputan todos los males como si la «violencia de género» surgiese entre parejas de gente muy religiosa, cuando lo «normal» es lo contrario) y en conceder todas las facilidades posibles para la ruptura del vínculo matrimonial cuanto antes, convirtiéndose sorprendentemente el matrimonio en la única institución donde ante la primera amenaza de crisis, los intentos de conciliación entre las partes van a acabar resultando proscritos desde la propia ley. El principio proclamado por ZP en la última campaña electoral como «Más gimnasia y menos religión», es un claro exponente de la frivolidad con que se desprecia desde el poder la formación religiosa y el valor que ésta le merece al progresismo. Bien, al menos sabemos que mientras los asesinatos y malos tratos se multiplican, nuestros políticos estarán haciendo flexiones y desarrollando músculos... A este paso ZP acabará convertido no ya en un bambi de acero, como dice Alfonso Guerra, si no en el mismísimo «Bambinator».

Miguel Ángel Loma es abogado.

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