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EL DIA A DIA DE ESTA MI ESPAÑA DE HOY (Javier de Echegaray)

EL DIA A DIA DE ESTA MI ESPAÑA DE HOY (Javier de Echegaray) Es de pena, o de escándalo, o de risa, o de llanto. De cualquier cosa, menos de recibo. Compro la prensa diaria para hartarme de reír en ocasiones, de llorar en otras, de enfurecerme las más y de alarmarme siempre. Está uno tentado de coger el petate y, de cualquier forma, largarse a un paraíso tercermundista donde no lleguen las noticias ni me exijan impuestos confiscatorios de mis bienes y de mis ingresos que van a ser gastados alegremente en angulas navideñas, ni esté pendiente de cuándo y cómo estos señores determinarán la secesión de mi Patria en diecisiete pedazos descompuestos ni me sorprendan con constituciones facciosas, internas o europeas amañadas a la medida de un poder oculto que odia a España; o de otras que tratan de convertir en naciones a nuestras provincias desgarrando nuestra ancestral sagrada unidad.
Compro los más de los días el Mundo porque tiene aún un ápice de decencia y se aviene a algunas críticas que me permiten un ligero respiro. El ABC ha dejado todas sus líneas tradicionales y se ha convertido en un panfleto indigerible; el País (¿qué país? Será el del capo Polancone) no puedo soportarlo, sepultado como está en la defensa de lo indefendible, en el agujero negro (water) del empuje de todo cuanto mancha y destroza a España; en cualquier caso, no me da la gana ceder ni un solo de mis escasos euros (antes muchas pesetas) a sus comerciantes.
Cada lectura de la prensa es un arco iris de sensaciones, todas ellas molestas y agobiantes. En cuyo abundamiento comento algunas de las muestras que nos ofrece hoy (11.12.04) la prensa diaria. Y me refiero a El Mundo de don Pedro J. (da gusto comprar el mundo entero por un solo euro)
Los ministros ya no van a ser Excelentísimos, no podrán llevar una vida “ostentosa” ni podrán recibir regalos. ¿Qué hago? ¿Me río? ¿Lloro? ¿Pienso en ello? ¿Me abstengo de todo pensamiento? Señores ministros de hoy: ustedes no han sido jamás excelentísimos, mucho menos ilustrísimos ni tampoco señores. Sus escasas culturas, su desconocimiento tozudo de las cuestiones públicas, su insensibilidad con los problemas del pueblo (de ese que les encumbra a ustedes al poder cada cuatro años, aunque para ello tengan ustedes que cometer las más aberrantes tropelías), sus errores diarios y pertinaces, toda su ejecutoria histórica les libera a ustedes de cualquier título de dignidad; no lo han sido nunca ni lo serán jamás, por lo que desposeerles de esos atributos no es más que reconocer lo evidente, volver a la realidad de las cosas. De forma que, lo confieso, nos libran ustedes de una carga: porque nos torturaba la duda al decidir si les tratábamos de Excelentísimos por respeto a la dignidad o si se lo apeábamos por exigencias de verdades palmarias. Respecto a lo de llevar una vida “ostentosa”: el haber elevado a norma esta prohibición no viene sino a reconocer que ustedes la llevan. No saben nada de nada en cuanto al ejercicio de sus “dignidades”; pero llevan una vida “ostentosa”, es decir, se dedican a hacer gala de lujo y a ostentar las prebendas de su cargo en contra de lo que todos sabemos que debe de ser el comportamiento de personas sesudas y sabias que se ocupen de la resolución de los graves problemas de la Nación: una vida privada impoluta, en el silencio y el recogimiento que exige el trabajo concienzudo, sin estridencias ni alharacas, sin apariciones en los medios que cercenan los tiempos de trabajo, sin pasarelas de moda… Por lo demás: ¿qué es y quien va a decidir si lo es una vida “ostentosa”? ¿Se refieren a ir en un lujoso automóvil guiado por un mecánico? ¿A vivir en un palacio en los barrios multimillonarios de la ciudad? ¿A dar y a acudir a fiestas suntuarias? ¿A comprar propiedades de alto nivel? ¿Dónde empieza y donde termina la “vida ostentosa”? Todo lo que he enumerado se da en ellos como mínimos existenciales. Lo de no recibir regalos es algo que rompe moldes. ¿Es que los están recibiendo ahora y desde antiguo? Es confesión de parte la prohibición que se reglamenta, porque nadie prohíbe lo que no se hace. Y cada regalo, en esas esferas, lleva aparejada una petición, un favor, una prebenda. Y ¿Quién va a controlar que los ministros no reciban regalos? ¿Es que se hace hoy una lista de los regalos que se reciben en cada despacho ministerial o en casa de su titular? ¿O van a establecer la obligación de que cada uno de ellos haga una declaración mensual de los regalos que recibe?
Mas: El Supremo confirma la sentencia por el montaje contra el director de El Mundo. No diré si me alegro o me conturbo por esta noticia: solo que también las sentencias de la justicia se ponen hoy en tela de juicio y que producen poca seguridad al público; pero me preocupa más que eso el que la sentencia haya sido confirmada por el Supremo a los diez años de producirse el fiasco. Diez años (una buena proporción de nuestra vida, sobre todo si consideramos la vida laboral) ha tenido que estar sometido a las sospechas y correspondientes críticas y descalificaciones el buen nombre de un personaje cuya profesión depende en buena medida de su reputación pública. Y ¿dieciocho años para el conjunto de los autores de la farsa, que al parecer hicieron un montaje en el que se ponía en solfa la decencia moral de esa persona? Si eran seis, tocan a una media de tres años. ¿Tres años para castigar un ataque a la intimidad “de especial gravedad”, “especial insidiosidad” e “intensa ofensividad” (sententia dixit)? ¿Un tal ataque a la honorabilidad tiene esa sentencia que jamás será cumplida por dimes y por diretes? Me aterra verdaderamente seguir viviendo en este país, antiguamente llamado España..
Otro: Putin transmite a Zapatero su preocupación porque (el titular dice “por que”) un atentado pueda cambiar la política de cualquier país. ¿Le estaba regañando? ¿Le conminaba a que las huestes bárbaras (islamistas y vascoterroristas) que habitan y asolan España no repitiesen la jugada en otras latitudes? ¿Qué respondió a ello Zapatero? Simple perplejidad del lector. Y no hemos salido de la primera página.
Otra: GLEZ. DE CHAVARRI (perdón) DE TXABARRI así, a lo vascuence inventado, premia a un personaje que fue procesado por colaboración con ETA. Y el premio que concede “su” Diputación de Guipúzcoa es ni más ni menos que el primer Premio Derechos Humanos. Si, ya sé que no os sorprende, que estamos todos ya concienciados. ¿No fue mucho más tremenda la excarcelación del criminal Ternera porque había sido designado para la Comisión de Derechos Humanos? ¿Qué entienden todos estos paniaguados por “Derechos Humanos”? Y todos lo aguantamos a pié firme. Solo me pregunto una vez más: ¿No hay una fiscalía del Estado que debiera tomar cartas en estos asuntos?
Don Javier de Ybarra nos cuenta en la cuarta que “cuando alguien desea ser, a un mismo tiempo, banquero y empresario, suele surgir el caos de las cuentas”. ¿Nos toma por imbéciles este señor? ¿Se han visto, acaso, cuentas más caóticas que las de un banco? ¿Qué entiende el señor banquero por caos? No se referirá a las cuentas en paraísos fiscales, a los traspasos fraudulentos, a la creación de cuentas opacas fiscalmente, a los chanchullos con los inmuebles de los que se apoderan impunemente cuando están cercanos a finalizar su pago, con beneficios agiotistas… Me parece más bien que se refiere exclusivamente a dos cosas inconfesables: la pertinaz oposición a que alguien que no pertenezca a los clanes bancarios detente el control de un banco; y la reticencia a ser retirado de prebenda tan sabrosa como esa presidencia.
Isabel San Sebastián nos regala con un artículo sobre el agobio montado por el ejecutivo en torno al poder judicial. Lo titula “Montesquieu”. Es otra de las perlas con que nos sorprende el gobierno de la Nación: la separación de poderes es una de las más delicadas prendas que debe de guardar un sistema democrático para asegurar su independencia y no caer en la ruda tentación de tiranía. No es que sea un invento de los teóricos de la Revolución francesa: que algún día escribiré sobre la antigüedad que tal separación tiene en nuestro suelo, desde los tiempos de los Reyes más antiguos: San Fernando, Alfonso X,…. Enrique IV; pero aquí con separación seria y veraz, con separación real y absoluta de los poderes. Son historias celosamente guardadas en el baúl de lo “políticamente incorrecto” y que nos llevan al desconocimiento de nuestras raíces. Pero al menos deberían de guardar las formas y no añadir a la trampa de unos poderes ejecutivo y legislativo partitocráticos herméticamente fusionados, el suplemento malicioso de un control sobre la judicatura. Ahora ya podremos estar seguros de la poca fiabilidad del poder judicial y de las sentencias con que se nos regale, no solo a título privado sino (y esto produce mayor inseguridad ciudadana) a los efectos de resolución de litigios con el sector público.
¿Queréis más? En la última página está, como siempre, el artículo del engolado Francisco Umbral (no recuerdo ahora su nombre real). Es cierto que ha variado en los últimos tiempos sus posicionamientos políticos y que ha llegado incluso a ser un tanto incorrecto (de lo cual me alegro). Pero tiene una manía creciente con el tiempo: su anticlericalismo y su tozuda crítica a la Iglesia Católica, como un Peces Barba cualquiera. Su postura no para en el laicismo: se inmiscuye constantemente en los Dogmas que nada le importan porque no están hechos para él, como no lo están para cualquiera que no los acepte voluntariamente. Y llega a tomar a chufla cuestiones que para muchísimos españoles y para gran parte de los habitantes de este mundo, aún no globalizado, son sagradas. Y ofende; ofende muy gravemente. Tanto, que la mayor parte de las veces que decido leer un artículo suyo (curiosidad para comprobar por dónde pajea según pasa el tiempo) tengo que tirar el periódico al suelo porque no me sale de mis casillas soportar semejantes insultos. He llegado tan solo al párrafo en que dice (no sé si me atrevo a transcribirlo, porque, desde luego, náusea, me produce: lo hago solo porque comprueben las buenas gentes hasta qué punto podemos enfadarnos con sus diatribas): “…porque está escueto de meter goles (habla de Beckham) como San José estaba escueto de darle garlopa a su señora.” Supongo que este señor tendrá padre y madre, aunque ignoro la relación que tenga con ellos, que a lo peor ha hecho como hizo el señor Carrillo (otro excelentísimo) que renegó de su padre y se hizo hijo adoptivo (por su cuenta, claro) de Stalin, ese monstruo de tiranía. Pero conste donde convenga que le mando un recadito para ambos y que todos sabemos en qué consiste el recadito: y no llego ni a la infinitésima parte de su insulto, por lo que lo repito infinitas veces.
Este es el panorama de hoy, el pan con que nos amargan la existencia los Ilustres de la cosa pública. ¿Qué? ¿Nos marchamos?

Javier de Echegaray
jechegaray@siapi.es

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