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EL ESPÍRITU DE LA BENEMÉRITA (Rafael Ibáñez Hernández)

EL ESPÍRITU DE LA BENEMÉRITA (Rafael Ibáñez Hernández) A la vista de lo que en las últimas semanas va saliendo a la luz, los atentados del 11-M parece arrastrar más consecuencias de las que entonces fueron evidentes y hoy se están revelando. El descubrimiento de una cinta con un testimonio hurtado a la Justicia al parecer por responsables de la Guardia Civil está siendo utilizado para reclamar, nuevamente, la desmilitarización del Instituto Armado. Se argumenta para ello que la rigidez de la estructura jerárquica y la disciplina castrense merman la capacidad de reacción necesaria para actuar contra los elementos podridos del Cuerpo, cuyo espíritu aísla a la Benemérita del resto de la sociedad.
Es posible que parte de razón tengan quienes sostienen tal argumento, porque ciertamente el corporativismo —y no me refiero, claro está, a doctrina político-económica alguna— ha sido empleado a lo largo de toda la historia por los malvados para escurrirse entre las sombras. Pero es que el espíritu de cuerpo es otra cosa, garantiza una cohesión extraordinaria por encima de jerarquías, algo imprescindible cuado incluso la vida depende en gran medida de tus compañeros. Por eso mismo, el espíritu de cuerpo —que no el corporativismo— es la mejor garantía, porque mueve a la eliminación de aquellos elementos que no garantizan el cumplimiento de las normas a las que están sujetos todos y cada uno de sus miembros.
Eso mismo es lo que ha ocurrido. Si el agente que halló la cinta con la grabación de la conversación con el confidente hubiese limitado su actuación al cumplimiento estricto del reglamento, hoy seguiríamos sin saber nada de aquélla. Pero su celo en la defensa del espíritu del Cuerpo ha llevado a un humilde número a denunciar el mezquino comportamiento de sus superiores. Lejos de denunciar las penosas condiciones en que los guardias de a pie realizan su tarea —con un apoyo popular menguante, acaso porque cada vez son más los indeseables que logran enfundarse tan digno uniforme—, ha recurrido a la sociedad para avisar sobre el riesgo de que la verdad en torno a aquella matanza jamás se llegase a descubrir.
Mientras tanto, en la Policía —un organismo sin estructura militar y carente de ese espíritu de cuerpo— no se alza una sola voz, y no será porque no esté quedando en evidencia. Un detalle éste que deberían tener presente aquellos que se empeñan en acabar con la Guardia Civil.
Aún queda mucho que destapar para descubrir toda la verdad sobre los atentados del 11-M. Pero quizá algún día podamos descartar sin género de dudas que las cloacas del Estado no tuvieron nada que ver. Hoy por hoy, no está nada claro.
Rafael Ibáñez Hernández es historiador

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