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ESPAÑA CAMPEONA... HACE CUARENTA AÑOS (Redacción)

ESPAÑA CAMPEONA... HACE CUARENTA AÑOS (Redacción) ESPAÑA CAMPEONA... HACE CUARENTA AÑOS

Desde estas páginas, ya denunció alguno de nuestros colaboradores el gran tinglado de opio colectivo que es el fútbol en nuestros días, no ya sólo en España, sino en la mayor parte del mundo. Tinglado en cuanto negocio gigantesco que mueve miles de millones de dólares y sirve, muy probablemente, como mecanismo de blanqueo de las más oscuras fortunas. Y opio porque, al menos en España, la mayor parte de las inquietudes no relacionadas directamente con el trabajo y la familia, de una amplia mayoría de varones, y un número cada vez mayor de mujeres, se dirigen hacia los avatares de algo que, en principio, no es más que un juego deportivo.
En estas circunstancias, y desde hace muchos años, la única vía de participación pública en una expresión colectiva de patriotismo español, sin temor a ser motejado como fascista, es asistir a un partido de la selección española de fútbol, bien directamente en el estadio, o en algún bar o peña para verlo por televisión. En eso ha quedado nuestro maltrecho orgullo nacional.
Pues bien, España es hoy un Estado tan ineficaz, que mientras los principales equipos de nuestra Liga son temidos en toda Europa por su indudable poderío futbolístico, la Selección Nacional, responsabilidad estatal y último bastión de nuestra identidad colectiva, se arrastra por los campos de Europa y el resto del mundo desde hace varias décadas. Y es que, los únicos éxitos importantes de nuestro fútbol en la historia de este deporte, fueron la cuarta plaza en el Mundial de 1950 y el triunfo en la Eurocopa de 1964, precisamente frente a nuestro archienemigo de entonces, la Unión Soviética. Gobernaba España, oh casualidad, un general llamado Francisco Franco.
Resulta entonces que los futbolistas de nuestros días, los del régimen de libertades, tan guapos, tan atildados, con sus coches de lujo, sus trajes italianos, sus juergas nocturnas y su ejército de meretrices, son incapaces de defender la camiseta nacional con la dignidad que esta se merece.
La última decepción ha sido en Portugal. Miles de ingenuos compatriotas fueron testigos directos de nuestra enésima humillación. Y mientras tanto, los futbolistas a disfrutar de las más lujosas vacaciones y los directivos de la Federación a intentar escurrir el bulto ante las investigaciones que se avecinan sobre las inmensas corruptelas de este organismo, auténtico paradigma del Estado al que pertenece.

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